Hoy repaso en mi memoria personal, que no sé si vulnera alguna ley impuesta por el gran hermano, a esas personas que votan y piensan hostigados por quienes mueven sus hilos. Esas personas que, como marionetas de guiñol, son incapaces de salirse de lo que siempre han hecho o han pensado. Capaces de juzgar impúdico y sórdido el presente que les angustia, pero negados para hacer un sencillo análisis que les implique o que les empuje a modificar algo en su actitud, su forma de pensar o de concebir la realidad manipulada que engullen

Memoria histórica

Tuve un tío carnal que pregonaba, con cierta efusividad, que un trabajador jamás podía votar a la derecha. Se lo habían inculcado así. Él era votante del PSOE y trabajador de corbata y camisa de listitas. También podría ocurrir con quienes votan al PP o a otros partidos clásicos. No conoció la guerra, nació en 1940, aunque sus primeros años de vida transitaron por las penurias de la posguerra y los racionamientos. Pero en la niñez, ya se sabe, no se es muy consciente de estos sinsabores que los adultos soportan de mala manera. Imagino que mi tío jugaría a luchar belicosamente con sus pequeños amiguitos del barrio. Mientras, mis abuelos luchaban por sacar adelante a sus seis hijos, entre los cuales mi madre era la segunda y mi tío el quinto.

La infancia de mi tío y su juventud discurrieron por el franquismo, y la madurez y vejez por la España democrática. Al parecer no le fue mal en su primera etapa franquista; aunque, como siempre pasa, se dolía de los abusos e injusticias sociales provocadas por quienes en aquel momento formaban parte de la aristocracia vencedora de la guerra civil. Esos que, por entonces, se sentían protegidos y que antaño lograron sobrevivir a las matanzas del frente popular. Hoy también nos seguimos quejando de abusos e injusticias. Pero, a lo largo de su vejez y hasta la misma muerte, repetía insistentemente que no le gustaba esta sociedad, la del momento actual. Yo le inquiría ¡hombre, algo habrá tenido que ver tu generación en la construcción de esta sociedad que te gusta tan poco!

La abuela materna de mi tío, mi bisabuela (1880 – 1950), que tuvo una vida complicada porque se quedó viuda muy joven y con muchos niños, era extraordinariamente religiosa. Mi madre tiene grabada en sus entrañas esa religiosidad de la abuela Aurelia. Sin embargo, a mi tío no le caló tanto. Pero recuerdo de mi niñez que era practicante de un catolicismo, quizá, de costumbre. Su esposa, mi tía, murió joven, antes de lo que todos podíamos esperar. En pura lógica, para él fue un trauma emocional que, creo, no logró superar. En realidad, para todos fue un trance muy difícil. Pero en él provocó un distanciamiento cada vez mayor de Dios y de la religión. Todo esto, unido a la ideología socialista contagiada de ciertos allegados y a la lectura empedernida del diario el País y la escucha machacona de la Ser, hacía que su capacidad de reflexión no pudiera avanzar más allá de la iluminación que proporcionaba el foco socialista.

Puede un trabajador votar a la derecha
Se trataba de un autómata al que, de manera sutil y eficaz, le guiaban la mano para depositar un voto que iba contra los principios que le permitieron crecer y madurar

A mis tíos maternos los he querido siempre mucho; a éste al que me refiero, también. Él, como yo, fue siempre muy familiar. Cuando nos encontrábamos le gustaba azuzarme porque sabía que yo era crítico con las ideologías de izquierdas además de no ocultar mi convencimiento católico, contra el que se rebelaba. Y siempre concluía, cuando se veía acorralado por mis argumentos, que un trabajador nunca podía votar a la derecha. El foco de sus dardos dialécticos era invariablemente Aznar. Pero siempre me quedó el sentir de que, aquel hombre que no le fue del todo mal en el franquismo y que se quejaba del devenir de una sociedad que no le gustaba, no era consciente del letargo ideológico al que estaba sometido. Con cierta ingenuidad, manifestaba votar al progresismo socialista sin advertir que, con su actitud, contribuía en el progreso hacia esa sociedad de la que renegaba. Se trataba más bien de un autómata al que, de manera sutil y eficaz, le guiaban la mano para depositar un voto que iba contra los principios que le permitieron crecer y madurar.

Los hombres y mujeres de ésta, la sociedad española, de la que mi tío era un fiel exponente, viven atolondrados, irreflexivos, aturdidos por la manipulación mediática, distraídos ingenuamente por el ocio y la diversión frecuente. Los ciudadanos españoles se comportan como autómatas ante la política, incapaces de dirigir su mano hacia una papeleta distinta de aquella a la que son conducidos. Yo no veo madurez en el pueblo español cuando los argumentos que se ofrecen son inmaduros, superfluos y torpes; como ese que dice: “un trabajador no puede votar nunca a la derecha”. O ese otro de los que dicen: “yo siempre he votado a este partido y no voy a votar a ningún otro”.

Un canal al que merece la pena suscribirse y difundir

A estos españolitos se les puede imponer lo que deben y no deben recordar de lo que acontece en nuestro devenir histórico. Dudo mucho que mi tío, como tantos otros, conocieran lo que en este vídeo se recoge. Un canal, el de “Fortunata y Jacinta”, al que merece la pena suscribirse e incluso financiar, aunque sea modestamente. A lo sumo, muchos de estos autómatas conocen hechos manipulados, recortados o arreglados. Y desconocen aquellos otros que les ocultan para permitirles vivir en su mundo feliz.

 He leído y acepto la Política de Protección de Datos
 Quiero recibir notificaciones de comentarios a este artículo

  Sé el primero en comentar