Son más frecuentes de lo deseable esos dirigentes que se convierten en la propia asociación. Tan sólo sus criterios, que además suelen ser equivocados, es lo único que cuenta. Pero todavía es más indignante que utilicen, por su propio interés, la representatividad de los supuestos socios.

La asociación fantasma

Se trata, ni más ni menos, de la asociación de padres de un colegio en cuya junta directiva sólo había una persona. Naturalmente, ésta ejercía de presidente, pero también de tesorero porque la única misión de esta reducida junta directiva consistía en cobrar las cuotas a los padres del colegio. Estas cuotas eran entregadas a la dirección del centro para sufragar el déficit que, al parecer, tenía. Ni reuniones, ni asambleas, ni actividades, nada ni nadie le complicaba la existencia a aquel presidente. Por supuesto, tampoco había nadie que presentara su candidatura para reemplazarle, entre otras cosas porque no convocaba elecciones.

Las asociaciones fantasma tienen una de sus razones de ser en el acomodo deshonesto de quien ejerce una presidencia sólo por el prestigio o el reconocimiento social.

Puede parecer una invención, porque es increíble que alguien pueda utilizar de esta manera a un colectivo de personas supuestamente organizado. No obstante, si la persona que me hizo la consulta sobre este caso lee la anécdota, la reconocerá al instante. Situaciones como la descrita tienen su razón de ser. Por un lado las penurias económicas a las que los gobiernos de turno tienen sometidos a los colegios concertados. Por otro, el acomodo deshonesto de quien ejerce una presidencia sólo por el prestigio y el reconocimiento, en este caso, de la dirección del centro. Todo ello unido a la ignorancia consentidora de la inmensa mayoría de los padres del colegio. Sólo unos pocos estaban escandalizados por aquella situación, los demás eran ajenos a lo que estaba ocurriendo. Aquel individuo permaneció como presidente más cursos de los que se puedan imaginar.

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