Cómo me encontré la Confederación
En todos los aspectos, "hecha unos zorros"
La situación de la CONCAPA, cuando recogí el testigo de la presidencia, era tremendamente complicada. En gran medida se debía al largo proceso electoral que se había padecido y durante el cual los enfrentamientos habían derivado al ámbito personal, pero también a un cierto vacío de poder bastante dilatado en el tiempo.
Cuando esto ocurre, la propia confederación es la primera que se adolece en su cohesión interna, reavivando con mucha más virulencia problemas y enfrentamientos propios de la debilidad institucional. Los dirigentes, en estos casos, litigan estos conflictos en nombre de la federación a la que dicen representar, aunque incluso su propia junta directiva ignore la realidad del problema. Además surgían por doquier nuevos frentes de beligerancia contra la cúpula directiva de la confederación. Por tanto, uno de mis primeros objetivos a abordar debía ser el de restituir la autoridad y aunar inquietudes y esfuerzos.
Para ello, en la misma asamblea electoral, y sin previo anuncio, mi propuesta sobre la elección de vicepresidencias y miembros de la comisión permanente incluía personas que pertenecían a la otra candidatura y que, por lo tanto, no me habían votado. Además había que ponderar la representación territorial en la nueva comisión permanente. Por otra parte, también tuve en cuenta criterios similares para los nombramientos en los diferentes órganos de representación en los que CONCAPA tiene presencia. Todo esto fue una sorpresa que no convenció a algunos de los que me votaron e impresionó a quienes estaban en la otra candidatura.
Otro de los objetivos prioritarios que había que abordar sin tardanza era el saneamiento económico de la Confederación. Su estado era de quiebra técnica y ello nos obligaba a endeudarnos cada vez más para cubrir los gastos más necesarios, como era el del pago de nóminas del personal laboral.
La presencia institucional era prácticamente nula. Tan sólo las organizaciones más allegadas como la FERE y Educación y Gestión, lo que actualmente es Escuelas Católicas, o el sindicato FESIE, además de algunas personalidades significativas que mantenían una relación de amistad con el anterior presidente, como el Presidente de la Comisión de Educación en el Congreso de los Diputados, Eugenio Nasarre, permanecían atentos al acontecer de la Confederación. Sin embargo, a pesar de esta relación amistosa con Eugenio Nasarre, la CONCAPA no fue requerida, por ejemplo, en el debate parlamentario de la Ley de Formación Profesional (una de las leyes más importantes y de mayor trascendencia que fue aprobada aquel año 2001), mientras que la CEAPA sí estuvo presente.
Los medios de comunicación generalistas directamente nos ignoraban y los más específicos, sobretodo de carácter religioso, contaban con nosotros de manera muy limitada. A la primera conferencia de prensa que convocamos para presentar al nuevo equipo directivo y las líneas estratégicas de actuación que nos habíamos planteado acudieron la COPE, Alfa y Omega y Magisterio Español. Paulatinamente esta situación fue cambiando aunque para ello, a veces, hubo que adoptar posturas muy firmes. A lo largo de mi presidencia estuvimos en TVE en diversos programas de debate, en Informe Semanal o incluso en los Telediarios. Televisiones menos afines a nuestra organización, como Tele 5, también nos requerían en diversas ocasiones. La prensa escrita ya no renunciaba a publicar nuestros comunicados, opiniones y valoraciones. Incluso los más beligerantes contra la CONCAPA, como el diario El País, nos tenían en cuenta, mencionándonos con cierta frecuencia.
La normativa estatutaria de la Confederación, a pesar de no tener mucha antigüedad, requería también una actualización. Aunque abordar una cuestión de esta envergadura era algo atrevido en una organización tan diversa y compleja, había diversas razones para ello. Quizá una de las más importantes era la de integrar en la estructura orgánica de la CONCAPA a las Confederaciones Autonómicas ya que el proceso de transferencias en materia de educación se había concluido definitivamente y, en cada una de la Comunidades Autónomas, los interlocutores de la Administración eran estas Confederaciones Autonómicas que en CONCAPA no tenían representación directa. Por otra parte, la entrada en vigor de la ley de Asociaciones nos obligaba de alguna manera a realizar esta actualización.
Sin embargo, y a pesar de que el proceso transcurrió dentro de unos cauces de normalidad, no fue posible llevar a cabo la reforma de estatutos de la CONCAPA. Los representantes de las federaciones de la Comunidad Valenciana se opusieron a ello violentamente en el último momento, amenazando con impugnar la asamblea si se aprobaban los estatutos en los que ellos mismos habían colaborado. Este era el último de los objetivos que me había planteado abordar en el ejercicio de mi presidencia y, aunque no fue la única razón, sí fue el detonante para presentar mi renuncia definitiva a seguir ostentando el cargo de Presidente. Mis objetivos, mi proyecto, habían sido alcanzados de una manera suficientemente digna y no había razón para seguir ostentando un cargo por el mero hecho de poseerlo. Mucho más, teniendo en cuenta el extraordinario desgaste familiar, profesional y personal al que estaba sometido. En la misma asamblea en la que estaba previsto aprobar los estatutos presenté mi dimisión.