La economía lánguida de la CONCAPA
Una herencia de deudas y más deudas
Al finalizar el año 2000 CONCAPA acumulaba unas pérdidas de algo más de catorce millones de pesetas.
Así solía referirse mi tesorero cuando hablaba de la economía de la CONCAPA: una economía lánguida. Hasta cierto punto nos hacía gracia, incluso a veces pensábamos que exageraba. Pero nada más lejos de la realidad.
La confederación poseía unas inversiones financieras (Acciones NUHISA, S.A.) -Revista Nuestros Hijos-, en las que se había invertido 291.083,64 euros (48.432.242 pts.). Dada la inviabilidad de la Empresa NUHISA, se suspendió la edición de la Revista NUESTROS HIJOS, pasando a tener un valor las aportaciones de CONCAPA de CERO (euros o pesetas). Por todo ello, y a pesar de los ingresos obtenidos en aquel año 2000, el déficit acumulado al finalizar el año fue de treinta y dos millones y medio de pesetas (195.000 euros).
Con este panorama financiero tienen lugar las elecciones en febrero de 2001, y soy elegido presidente. Para poder subsistir económicamente, la confederación tenía suscrita una póliza de crédito por valor de 30.000 euros que normalmente había que hacer efectiva antes de llegar a cobrar la subvención en el mes de agosto. Sin embargo, aquel año 2001, lo primero que hubo que hacer al tomar posesión de mi cargo en el mes de febrero fue ampliar esta póliza de crédito a 60.000 euros. Pero no fue suficiente. Tan caótica era la situación económica que para poder finalizar el año hubo que pedir prestado a la Fundación PROFORPA otros 30.000 euros, con lo cual pudimos hacer frente al pago de las nóminas del mes de diciembre. No obstante, al finalizar el ejercicio 2001, el resultado contable de CONCAPA, arrojó un beneficio de 1.386.661 pesetas (8.334 Euros). Esta cantidad, aunque importante, era insignificante para reducir los 195.000 euros que arrastrábamos de déficit.
En concreto, CONCAPA inicia el ejercicio 2002 con un déficit de tesorería de 161.697,24 euros. El 18 de enero de 2002 se recibe del Ministerio de Educación la subvención del año 2001, por un importe de 193.294 euros; quedando un remanente líquido a CONCAPA para todo el año 2002 de 31.597 euros. Para final de junio de aquel año 2002 ya había una previsión de gasto superior a los 57.000 euros. Además debía incrementarse la deuda con la cantidad de 39.483 euros que se debían a la Conferencia Episcopal en concepto de alquiler de la sede.
Tan dramática era la situación que el propio tesorero, en un informe que me entregó a mediados de aquel año 2002, manifiesta: “si CONCAPA, antes del 31 de diciembre de 2002 no logra obtener INGRESOS ATÍPICOS, por importe de once millones de pesetas (66.128,74 euros), tiene que cesar en la práctica de sus actividades asociativas”.
He querido traer hasta aquí cifras concretas para mostrar la exacta veracidad de la economía con la que tuvimos que lidiar el nuevo equipo que tomó las riendas de la organización en aquel año 2001. El dinero en la confederación se iba por multitud de agujeritos que iban descubriéndose conforme pasaban aquellas primeras semanas de gestión. Inmediatamente se vio necesario pensar en alguna fuente de financiación que nos reportara algunos ingresos atípicos, como manifestaba el tesorero en su informe. Por otra parte se hizo un exhaustivo control del gasto. Desde el presidente hasta el último consejero se dejo de percibir dietas; aunque, naturalmente, los gastos ocasionados por el trabajo que se desempeñaba en la confederación había que compensarlos. No obstante, por poner un ejemplo, este presidente comenzó a desplazarse por Madrid en metro siempre que le era posible prescindir del taxi. Esos gastos de metro no eran compensados por la confederación sino que los ponía de mi bolsillo.
Cuando la situación empezó a ser algo más desahogada –el año 2003 terminó con un pequeño superávit– planteé aprobar una normativa de pago de indemnizaciones que debía conocer y aceptar la propia asamblea general. Pero algunos cargos directivos mostraron reticencias, más partidarios de volver a una postura de hechos consumados por la que se cobraran dietas sin necesidad de tenerse que someter a normativas más o menos rigurosas conocidas, además, por la asamblea general.