Recapitulación de hechos y razones sobre un asunto grave, acontecido en la Federación Católica de Padres de Alumnos y Padres de Familia, CONCAPA Navarra

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Personajes públicos - Responsabilidad histórica - Compromiso con la verdad - Honor y dignidad - Contrarrestar el sufrimiento - Anhelo de justicia

Es relativamente frecuente que en el seno de las organizaciones se produzcan discrepancias, enfrentamientos, diferencias de opinión. Cuando esto ocurre, aplicando el axioma de que los trapos sucios se deben lavar en casa, se procura guardar silencio sobre el conflicto intentando preservar el buen nombre de la institución de que se trate. No importan los riesgos provocados por el rumor o la murmuración que, en función de la dimensión social y personal de los protagonistas, se pueda producir en mayor o menor medida. Sin embargo, esta razonable discreción se encuentra a su vez entre unas coordenadas que la delimitan. Estas son las que respaldan la redacción y difusión controlada de un texto que se registró oportunamente ante notario como acta de manifestaciones.

Personajes públicos

Personajes públicos, actividad pública, institución pública

La persona cuya actuación se ha cuestionado, José Manuel Contreras Naranjo, es un personaje público conocido por una parte considerable de la sociedad navarra y española. Su actividad, desempeñada durante bastantes años, ha tenido una trascendencia digna de ser considerada. Los medios de comunicación, navarros y españoles, incluso de otros países, se han hecho con frecuencia eco de sus manifestaciones. Es conocido en el ámbito de los partidos políticos y de las instituciones. Desde esta perspectiva no es admisible dar pábulo a la murmuración; pues supondría, además del desprestigio personal, sin lugar a dudas dañino para la dignidad del afectado, un desprestigio institucional, dadas las altas responsabilidades ostentadas.

Responsabilidad histórica

Responsabilidad histórica

Por otra parte, la propia institución merece ser acreedora de un compromiso de fidelidad histórica. No podemos olvidar, al margen del relativismo con el que la inmensa mayoría de los dirigentes sociales abordan su responsabilidad, que estamos refiriéndonos a una de las organizaciones civiles más antiguas del país y de las que más incidencia ha tenido en la vida social durante el último siglo. Es significativo que la Federación Católica de Padres de Alumnos y Padres de Familia de Navarra tenga el número dos en el registro de asociaciones. Existe, por tanto, un compromiso con la historia, del que los protagonistas no podemos ni debemos inhibirnos. Nuestra versión de los hechos debe hacerse constar, debe ser mesuradamente publicitada y convenientemente conocida. Las actas oficiales de las reuniones no siempre son fidedignas. De hecho, probablemente aún no se hayan firmado. Por otra parte, los sucesos acaecidos tienen un calado y son de una trascendencia que difícilmente las actas podrían ser reflejo fiel de lo ocurrido.

Compromiso con la verdad

Compromiso con la verdad

Al dejar constancia escrita sobre unos hechos, queda patente también el compromiso con la verdad. No es posible desdecirse de lo que ha quedado escrito. Puede ser matizado, puede ser aclarado, puede ser interpretado (y éste es el mayor riesgo); pero no puede decirse que no se ha dicho. Por eso, aún a riesgo de que el relato pueda resultar arduo para el lector, se ha preferido ajustarlo a una descripción de acontecimientos, si bien de la manera más concisa posible. Es necesario que toda aquella persona que haya podido conocer indirectamente los hechos, tenga sospecha de ellos, o pueda llegar a tener en un futuro alguna referencia, conozca este memorándum.

Honor y dignidad

Honor y dignidad

Existe un motivo para la redacción de este texto que, no por ser más personal, es menos importante, poderoso y trascendente. Como se podrá apreciar en el relato, la causa última desencadenante de los hechos no responde a una discusión acalorada entre cualesquiera personas; tampoco a discrepancias en cuanto a la manera de emprender esta o aquella acción; ni siquiera a una lucha de poder, abordada desde posiciones de mayor o menor liderazgo. El origen se encuentra en el cuestionamiento ético de unas actuaciones. Razón tan profunda como para dejar a buen recaudo, en principio, la honorabilidad del promotor del conflicto; por ello se hace acreedor del máximo respeto, incluso el del inculpado. Pero, al mismo tiempo, es el honor de otras personas el que está siendo dañado. La dignidad y el honor personal están muy por encima del de las instituciones. Más bien, esta honorabilidad institucional depende en gran medida de las actuaciones que lleven a cabo quienes las rigen. Cuestionando a los dirigentes, en gran parte queda dañada la institución.

El honor responde a un sentimiento de respeto hacia uno mismo. Parecen, por tanto, legítimos todos los esfuerzos encaminados a recuperar el honor dañado. Primeramente, en súplica a quien lo cuestiona; tal y como Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, lo intentó con D. Álvaro de Ataide, capitán de los Tercios de Flandes,

¿Qué os pido? Un honor os pido,
que me quitasteis vos mesmo;
y con ser mío, parece,
según os lo estoy pidiendo
con humildad, que no os pido
lo que es mío, sino vuestro.
Mirad que puedo tomarle
por mis manos, y no quiero,
sino que vos me le deis.

Se es consciente, no obstante, que cualquier actividad pública conlleva unos riesgos inherentes; pero de ninguna manera éstos deben sobrepasar los límites del honor. Los asuntos más frívolos, relacionados con bienes materiales, o incluso con el estatus social o profesional, pueden llegar a resolverse a través de acuerdos o acudiendo a los diversos tribunales. Pero el honor, ¿cómo recuperar el honor dañado?

Contrarrestar el sufrimiento

Contrarrestar el sufrimiento

De ninguna manera es posible ocultar la desolación que ha ido minando el espíritu de las personas que se han visto implicadas en estos lamentables sucesos. Sufrimiento que se ha visto incrementado conforme, al transcurrir del tiempo, iba aumentando la tensión personal. A pesar de que los hechos hablan por sí mismos, y precisamente por ello, desde la perspectiva de la interpretación sentimental pueden resultar redundantes. En ocasiones, quizá incluso, pueda sentirse el lector abrumado y empujado a la conmiseración. En el documento se pueden encontrar algunas referencias a la Caridad dado que, a mi juicio, ésta es, de las virtudes teologales, la más humana (sólo el ser humano es capaz de amar y dimensionar ese amor proyectándolo hacia los demás) y la que nos aboca al encuentro directo con Dios.

Sin embargo, no existe victimismo. De la misma manera que no se podría calificar de victimismo la denuncia contundente de unos hechos, aunque éstos fueran narrados en primera persona por alguien directamente implicado en ellos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el enfoque adoptado responde a un estilo personal, fruto de una determinada sensibilidad. A propósito de este posible sentimentalismo, se ha valorado el riesgo, advertido por diversas personas, de disponer al lector anímicamente en contra de quien ha redactado el documento. Pero, el de ganarse al respetable, como si del arte taurino se tratara, no ha sido nunca la motivación principal del autor ni el objeto fundamental de este documento. No dejar indiferentes a los demás tiene sus consecuencias positivas y negativas, pero quizá se deba hacer lo posible por avanzar hacia la coherencia sincera, distanciándose de lo políticamente correcto. No obstante, en atención a los consejos cariñosos de quienes han revisado el texto antes de su difusión, se han eliminado del relato hechos y circunstancias que, aún siendo ciertos, podrían interpretarse como imputaciones hechas con saña.

Justicia

Anhelo de justicia

¿Por qué no? ¿O acaso la justicia más elemental no es la de poner al descubierto los hechos que han podido desequilibrar esa portentosa balanza de la diosa Themis? ¿O es que el instrumento más primario del Derecho no es el de analizar y sacar a la luz los diversos acontecimientos y circunstancias que han incidido en un determinado conflicto humano? Naturalmente, no se trata aquí de la Justicia absoluta. Ni siquiera de una justicia social. No tendría mucho sentido, en este caso concreto, buscar la justicia social a través de la denuncia ante un tribunal cualesquiera. Sin embargo, precisamente para poder terminar de pasar página, es necesaria la búsqueda de justicia individual. Esa justicia que, legítimamente, todos anhelamos y a la que todos tendemos. En el momento en el que estaba a punto de concluirse la redacción del documento y precisamente, entre otras razones, por la dedicación que se le ha prestado, el abatimiento inicial fue ampliamente superado.

No obstante, se es consciente, y no sólo en virtud de las cariñosas advertencias de algunas personas, de que sacar a la luz los presentes hechos puede volverse en contra de quien los narra. Probablemente, incluso, puedan derivarse represalias. El status social y profesional en el que cada persona se desenvuelve puede llegar a facilitar determinados instrumentos de poder, que no necesariamente tienen que ser utilizados en primera persona. Sin embargo, el sentimiento de justicia es inmensamente más noble que el del miedo. Por otra parte, ¿cómo sobrevivir con ese temor y con una herida sangrante, que sólo conoce el paciente, que duele como ninguna (en el alma), que deja herido el honor, que supura indignación, que no es posible diagnosticar adecuadamente por no ser conocida, y que de alguna manera salpica a la institución por la que se ha trabajado hasta el desaliento? No se trata de orgullo, sino más bien de permanecer afanosamente en la construcción de la paz de espíritu, buscando siempre la proyección de futuro.

En definitiva, el lector se encuentra ante un último intento por dignificar el sufrimiento. Los posos que, sin lugar a dudas, ha de dejar no habrá más remedio que asumirlos en redención por las posibles faltas que cada una de las personas implicadas haya podido cometer. Más acá del homenaje a un dirigente por los servicios prestados y más allá del injustificado escarnio personal, se encuentra el equilibrio prudente de la justicia. Que cada cual juzgue los acontecimientos, no sin antes haber recabado la información que estime necesaria.

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