Destruir estatuas para acabar con España
Representación de la reina Isabel la Católica y de Colón ubicada en el Capitolio de Estados Unidos, que ha sido retirada recientemente por recordar el genocidio llevado a cabo por España en América

Los indígenas que derriban estatuas no saben realmente por qué lo hacen, pero muestran una negatividad contra España que es aprovechada por quienes viven aquí, y al mismo tiempo reniegan de su propio país. Y esto no ocurre porque España merezca el desprecio y la repulsa por sus acciones pasadas. Esto responde a una estrategia que comenzó hace tiempo y ahora ha cogido una inercia difícil de frenar.

En ningún otro país podría haber un policía que dijera, sin tapujos, que su país le da asco, que la lengua que le imponen le da repugnancia y que ver a los españoles le genera incomodidad. Como así se ha manifestado, y lo hace frecuentemente, este mozo de escuadra catalán que se hace llamar Alberto Donaire. Es difícil encontrar en otros países a políticos, personajes del mundo de la cultura, periodistas, gente diversa de distintos sectores sociales, religiosos o académicos, que renieguen de la historia de sus respectivos países o de sus hazañas civilizadoras. Puede haberlos, pero no se les conoce. Claro, que ningún otro país como España ha sido germen e impulso de civilización. Y parece que ésta puede ser la razón por la que España es la víctima propiciatoria de tanto despropósito demagógico y manipulador.

Los infundios históricos han pasado a formar parte de nuestra concepción más popular de España de manera que, mientras unos, generalmente los que se hacen llamar de izquierdas, reniegan de todo lo que España fue, de sus símbolos, de su identidad -también la identidad católica, por supuesto-, de todo lo más propiamente español; otros lo defienden, y por ello son menospreciados y acusados de extrema derecha

Con ocasión de las revueltas antirracistas en Estados Unidos, España tenía que pagar el pato de las acusaciones sobre genocidios, masacres, esclavismo y abusos de todo tipo. ¿por qué no? Para eso está España. Y para eso lo ha estado desde el siglo XVI. Pero, aun siéndolo, lo más grave no es que otros nos difamen. Lo más grave es que las injurias han anidado en la sociedad española hasta llegar a enfrentarnos a los propios españoles. Los infundios históricos han pasado a formar parte de nuestra concepción más popular de España de manera que, mientras unos, generalmente los que se hacen llamar de izquierdas, reniegan de todo lo que España fue, de sus símbolos, de su identidad -también la identidad católica, por supuesto-, de todo lo más propiamente español; otros lo defienden, y por ello son menospreciados y acusados de extrema derecha conservadora. Esta extrema derecha es el fascismo, el racismo, el anti progreso; todo lo peor, en definitiva. Y además se la acusa de querer apropiarse de todo lo más propio de España y de sus símbolos, cuando la realidad es que los otros desprecian todo lo que representa históricamente a España. Una demagogia que la gente sencilla engulle sin ser consciente de ello, porque en los propios colegios se les ha inculcado esta propaganda que nada tiene que ver con el conocimiento histórico de la realidad. Incluso, ocurre en la universidad, en las propias facultades de historia.

Estoy convencido de que en otros países la mayoría de sus gentes tampoco conocen con exactitud la historia que da lugar, en la actualidad, a la decapitación y derribo de estatuas. Pero, tanto ellos como nosotros, lo que conocemos definitivamente son esos tópicos que acusan a España y los españoles de todo lo peor. La diferencia entre ellos y nosotros está en los personajes públicos y mediáticos de nuestros respectivos países. Los de ellos no acusan de manera generalizada a sus propios países como sí hacen los nuestros, que conducen el rebaño con soflamas antiespañolas. España es siempre el recurso para culpar de los genocidios históricos, la intolerancia, la esclavitud y el abuso indiscriminado. Ahora se les está yendo un poco la mano y también están derribando estatuas de algunos líderes históricos anglosajones. Sin embargo, para ellos cesará mientras que la ofensiva contra lo hispano irá a más. Para la ultraizquierda de nuestro país, y no tan ultra, estas afrentas a España y a lo español dan lugar a que defiendan que se retiren también en España las estatuas de Colón.

Destruir estatuas para acabar con España
En el Salón Nacional de las Estatuas de Estados Unidos, situado en el Capitolio, en el pasillo principal, está la estatua de fray Junípero. Cada estado tiene derecho a proponer dos personajes ilustres, y el estado de California lo propuso a él.

Sin embargo, para esos españoles que se unen a las acusaciones contra todo lo que ha significado España a través de la historia el objetivo real no es otro que la propia destrucción de este país. Es decir, el mismo propósito que el de aquellos que antaño propagaron los infundios como consecuencia de los cuales hoy se derriben estatuas relacionadas con España y lo español.

El odio a España y a lo español está enquistado en nuestra sociedad. No es cierto que el régimen autonómico se haya producido porque España sea más diversa que Francia, Gran Bretaña o Alemania; como hace poco oía decir a un tertuliano de la COPE. Aquí hemos llegado a una regionalización federal cuya administración pública es la más cara de las conocidas. Todo ello repercute negativamente en los propios ciudadanos, pero los ciudadanos somos incapaces de enfocar adecuadamente el problema. De esta manera, las nuevas oligarquías nos manejan a su antojo para que les aprobemos sus abusos y desmanes.

Pero este odio a España también existe en las sociedades hispanoamericanas y, en general, en todo el ámbito socio cultural anglosajón. Lo llamativo y lamentable es que este odio lo alimentan los propios españoles o quienes descienden de aquellos criollos que también eran españoles.

Hace unos días, un tal José Antequera, ha publicado en Diario 16 un articulito que rezumaba espumarajos de rabia contra un partido político que ha presentado una proposición no de ley sobre la celebración del quinto centenario de la conquista de México, porque el año que viene se cumplen 500 años de este evento de trascendental importancia no sólo para España sino para toda la civilización occidental. Una conquista sin la cual el México que conocemos no existiría. En fin, este Antequera se pone mascarilla y guantes para no mancharse con sus excrecencias que amasa, impúdicamente, mezclando a Trump, a Franco, a la Falange, a los conquistadores enlatados, con George Floyd, Luther King, los derechos de los negros y el tebeo del Jabato. Unas lindezas burrolegendarias impropias de un pretendido intelectual que no llega ni a panfletario.

De ninguna manera está legitimado un pueblo para censurar su historia, no puede manipularla, olvidarla, tergiversarla. Cuando lo hace está condenado al desarraigo, a la falta de identidad, a la desaparición. La historia es la que es, todos los pueblos han hecho cosas grandes y otras que han sido nefastas y hasta criminales. Acabamos de vivir en España una situación de extraordinaria gravedad debido a la gestión hecha de la crisis del COVID, que se ha llevado por delante a mucha gente pudiéndose haber evitado.

Pero ¿qué sentido tiene buscar revancha infundada en la destrucción de símbolos que conmemoran hechos o personajes históricos que han cambiado, para bien, en este caso, la historia de la humanidad? Manipular al pueblo para que ejerza la barbarie derribando estatuas, y desprestigiando toda la labor civilizadora, para obtener así redito político es ruin y despreciable.

Quién fue fray Junípero Serra

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