En general, 2023 no ha sido un buen año. Al menos para mí. La consecución de sus días y semanas nos abocó a un triste mes de diciembre. El día 5 fallecía Santiago Arellano Hernández. En las últimas semanas se ha hablado mucho, y bien, de su biografía y cualidades. Yo también quiero dar testimonio de mi relación con una persona cuya amistad sencilla, sincera y limpia ha supuesto una referencia determinante para mí.

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Santiago Arellano Hernández

Conocí a Santiago allá por el año 1996 cuando, necesitado de ponentes para la escuela de padres que acabábamos de instaurar en el colegio, acudimos a la Federación Católica de Padres. Allí nos hablaron, entre otros, de Santiago. Le pedí entrevista para tratar sobre una posible sesión de formación para los padres del colegio. En aquellos inicios, habiéndoles motivado previamente, eran numerosos los padres interesados en asistir a las sesiones. Otros ponentes, que advertían en conversación telefónica del precio que había que pagar por dos horas de sesión, se negaron a mantener este tipo de reunión previa. Era una época en la que proliferaron las charlas para padres en los colegios, y algunos ponentes se hicieron muy populares.

Santiago no tenía nada que ver con aquellos actores, con caché, de las charlas escolares. Yo había asistido ya a alguna de sus conferencias, pero realmente empecé a conocerlo durante aquel primer encuentro. Nos recibió en el instituto “Navarro Villoslada”, que era donde impartía clases. Allí empecé a descubrir a una persona cuya vocación de educador, más aún, de maestro impregnaba toda su singularidad. Una persona que se daba a sí misma, fuera quien fuera el que se acercara a él. No se necesitaban referencias ni notas de recomendación. No había caché para retribuir su disponibilidad. Más tarde me enteré de que había ejercido de director general de educación en Navarra. Sin embargo, nosotros éramos un matrimonio desconocido, con hijos pequeños, que iniciaba su andadura por el mundillo colegial y que pretendía colaborar en abrir cauces de formación para los padres. Veíamos a nuestro alrededor padres jóvenes en los que se percibía la inseguridad para educar a sus hijos en una sociedad que cambiaba a una velocidad vertiginosa. Querían hacer lo posible para que sus hijos no se desviaran por caminos que se vislumbraban como perniciosos, aunque atractivos. Muchos ya sufrían en propias carnes el día a día incierto de sus propios hijos adolescentes. Otros convivían con la dificultad de la falta de tiempo, ocupado en sus quehaceres laborales; o con el hipnótico hechizo que ejercía la televisión (aún no existía Internet) en todos los miembros de la familia, también en los padres.

Era difícil encontrar en otros cargos políticos del momento esta conjunción de atributos que modelaban la personalidad de Santiago haciéndolo original, y hasta milagroso, en un ambiente instrumentalizado para sembrar mediocridad e ideología

En aquella entrevista, Santiago nos propuso analizar la película Dumbo, de Walt Disney. Unos dibujos animados que podían ver los padres junto a los hijos -cuando la factoría Walt Disney no había sucumbido aún a la inmundicia de la ideología woke-. Su natural intuición le hacía descubrir en la visualización de aquella película un instrumento inmejorable para revelar a los padres un sinfín de claves educativas. Y así fue. Santiago era un maestro enseñándonos a mirar las producciones artísticas, en aquella ocasión la película Dumbo.

Posteriormente fue elegido de nuevo para el cargo de director general de educación, coincidiendo con mi elección a la presidencia de la federación de padres. Hasta ese momento no fui consciente de la violenta ideologización a la que estaba sometido el sistema educativo, y por ende nuestros hijos. Pero Santiago dominaba con autoridad su relación con todas las facciones ideológicas. Incluso las más alejadas de su propia visión del ejercicio político. Y, sin embargo, a la vez, Santiago irradiaba veracidad en lo que transmitía, honradez exenta de subterfugios inmorales para lograr sus objetivos y la nobleza de quien actúa con altura de miras a la vez que con humildad. Era difícil encontrar en otros cargos políticos del momento -mucho menos en la actualidad- esta conjunción de atributos que modelaban la personalidad de Santiago haciéndolo original, y hasta milagroso, en un ambiente instrumentalizado para sembrar mediocridad e ideología. Un mundillo articulado farragosamente para promover, cada vez con mayor éxito, el deterioro del nivel académico, la mengua del sentido trascendente en los alumnos, la indeterminación de la identidad personal y la vulgaridad, en fin, que desdibuja el futuro de nuestros jóvenes. Pero Santiago, con inteligencia, mesura, sensibilidad y astucia conseguía sujetar en Navarra aquella decrepitud que ahora discurre con una inercia imparable.

Santiago Arellano Hernández
Santiago siempre supo ver la luz que emana de un Dios que jamás ha dejado de lado a la humanidad. Así nos lo transmitió a lo largo de los años, y hasta en los últimos días de su fructífera vida

No obstante, mi amistad con Santiago comenzó a fraguar definitivamente cuando me surgió la posibilidad de acceder a la presidencia nacional de la CONCAPA. Jamás había imaginado verme ante aquel reto. Inesperadamente, y con absoluta generosidad, me propuso tener un breve retiro en el Monasterio de la Oliva al que nos acompañaron otros dos buenos amigos Andrés Jiménez y Fernando Carbajo. Aquel retiro fue esencial para profundizar y madurar mi candidatura. Ciertamente, la referencia a Santiago fue una constante durante el ejercicio de mi presidencia. Ya no podía, ni quería (ni debía) distanciarme de aquella personalidad que controlaba como pocos los entresijos del sistema escolar a la vez que se aproximaba a él desde la cordura unida a lo verdadero y la honradez que brota de una moralidad formada y madura.

Más tarde, una vez que finalizó su cometido como director general, le propuse dirigir la fundación filial de la CONCAPA: PROFORPA. ¡Qué mejor candidato para tutelar una fundación pensada para promover la formación de los padres! Allí estuvo Santiago dispuesto a asumir el reto que tantos quebraderos de cabeza nos dio a la cúpula de la confederación. Lamentablemente tuvo que concluir mi mandato y ya no tenía sentido que él permaneciera vinculado a la organización. Inmediatamente fue designado para dirigir el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INCE), en el que permaneció un año.

Pero fue a partir de que concluyera la andadura nacional de ambos cuando comenzó la relación más personal y fructífera: las reuniones de Ágora. Cada miércoles Santiago nos deslumbraba con su análisis unas veces de textos literarios, otras de obras de arte, otras de cine y otras, en fin, de la actualidad más cruda y amarga. Pero el realismo con el que él percibía al ser humano atormentado, sumergido en la modernidad, no le impedía trasmitirnos la Esperanza del Evangelio. Adorador del Corazón de Jesús, herido por tantas y tantas lanzadas de unos y otros, Santiago siempre supo ver la luz que emana de un Dios que jamás ha dejado de lado a la humanidad. Así nos lo transmitió a lo largo de los años, y hasta en los últimos días de su fructífera vida. La imagen, unos días antes de morir, de un anciano sentado en la silla de ruedas, con su mirada limpia, llena de paz y plenitud, no será más que una escena de tantas en las que Santiago ha dejado su marca de bondad, caudal de sentido, integridad en los principios y nobleza de espíritu.

Aludiendo al célebre poema de Antonio Machado, y muy al contrario de lo que en él pregonaba, nos solía decir que sí, que hay caminos por los que discurrir. Que cada uno tenemos la responsabilidad de elegir el camino más apropiado y que el educador tiene la obligación de mostrar los caminos más adecuados a los educandos. A mí sólo me resta dar gracias a Dios por haber puesto en mi camino a una persona de tal grandeza espiritual, humana e intelectual. Después de tantos años de fiel relación, mi único mérito ha sido el de no dejar pasar la oportunidad de mantenerme lo más próximo a él. Santiago siempre permanecerá conmigo. Particularmente, cada vez que me aproxime a la lectura de un libro allí podré descubrirle entre las líneas del texto señalándome claves que me podrían pasar desapercibidas. Cada vez que me acerque a contemplar un cuadro, entre las pinceladas del autor podré percibirle revelándome el alcance profundo de la obra. Y ante una composición cinematográfica, podré apreciar entre sus fotogramas a Santiago haciéndome caer en la cuenta del sentido que pudiera subsistir más allá de la trama.

¡Hasta siempre, amigo!

Selecciono estas palabras pronunciadas en la primavera de 2018

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  5 COMENTARIOS
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Andrés Jiménez

26/01/2024 a las 17:49

Querido José Manuel, muchas gracias por esta evocación tan profunda y sentida, y mi enhorabuena por la belleza y lucidez con la que la expones. Sabes hasta qué punto hemos compartido afanes, trabajos, gozos… en los que nuestro Santiago era guía y compañero de camino y a la vez la salsa y el condimento con su humor y su afecto… Ha sido un privilegio trabajar juntos todos estos años para iluminar conciencias y alentar voluntades. Pero nos queda también el desafío, exigente y a la vez esperanzado, de seguir adelante, de ir más allá. Como diría su entrañable amiga Santa Teresa, es tiempo de caminar. Un fuerte abrazo.

José Manuel Contreras

José Manuel Contreras Naranjo

26/01/2024 a las 12:16

Muchísimas gracias por vuestros comentarios.

Llevas toda la razón, Javier. La personalidad de Santiago estaba imbuida de ese pensamiento tradicional que apuntas. De ello se benefició la educación navarra mientras tubo la responsabilidad de gestionarla. Lamentablemente sólo algunos tuvieron la perspicacia de entenderlo. Mientras tanto, dentro de la consejería de educación, se realizaba una política lingüística progre que nos ha traído hasta donde estamos.

Me consta que en UPN quisieron dar carpetazo a la época de Santiago que consideraron “pasada”. ¿Miguel Sanz había estudiado magisterio? Parece que sí. Los navarros han debido pensar que para que los gobierne un progresismo de derechas, mejor que sea de izquierdas. Seguro que lo harán mejor. Y así estamos...

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Mercedes López Sepúlveda

25/01/2024 a las 21:49

Primero, mi sentir de pena y dolor por la pérdida de Santiago, y luego mi confianza y tranquilidad por tener la certeza que estará junto a su amado Sagrado Corazón. Mi recuerdo y cercanía también, a Maite su mujer. Me ha parecido revivir toda aquella época, según iba leyendo tus palabras, José Manuel, y me he llenado de nostalgia y regocijo a la vez, por haber podido compartir todo eso que describes tan bien, y que ha marcado a tantas y tantas personas. Porque Santiago no solo trasformo nuestras vidas, sino que trasformaba los foros por donde pasaba, fuera en parroquias, universidades, conferencias, reuniones de Ágora, los benditos Foruniver (que tanto bien han hecho a tantas personas lo largo de los años) Tenia la habilidad de fascinar a la audiencia con su socarronería, su buen humor, sus anécdotas, y sobre todo por el contenido de sus palabras, que para la mayoría de los oyentes eran como venidas de las nubes por lo raras, originales, desconocidas y poco habituales: la verdad, el bien y la belleza; estas eran la columna vertebral, pero además también eran: las claves de sentido, lo sencillo , lo cotidiano. Se dice que cada uno somos únicos e irrepetibles, pero en el caso de Santiago, se sale hasta de esta evidencia. Era, por encima de todo, un hombre BUENO, como su querido y admirado Alonso Quijano.

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Javier Garisoain

25/01/2024 a las 21:11

Muchas gracias por este precioso testimonio Jose Manuel. Elvira, tienes razón, Santiago no estaba afiliado a ningún "partido". Estaba afiliado y fue consejero durante muchos años de la Comunión Tradicionalista Carlista. Los carlistas somos políticos pero renegamos del sistema de partidos. Sin esa clave el pensamiento tradicional de Santiago queda incompleto.

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Elvira

25/01/2024 a las 18:32

Santiago era único. No estaba afiliado a ningún partido político, lo que decía mucho de él. Era una gozada escucharle