Desde un tiempo a esta parte, la identidad del pueblo hispano viene siendo destruida. Pero los artífices de esta degradación tienen nombres y apellidos. Algunos pasaron ya a mejor vida, porque la cosa viene de lejos; pero otros conviven entre nosotros, les costeamos su alto nivel de vida, les pagamos sueldos vitalicios y hasta los colegios elitistas en los que aposentan a sus retoños

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Ya no me interesa lo que digan los políticos

Lo siento, ya no me interesa lo que digan los políticos. No me quedan ganas, ni tengo tiempo, para intentar aclararme sobre lo que cada uno ofrece; a fin, naturalmente, de poder llegar a votar con alguna responsabilidad y cierto sentido sobre lo que me gustaría que ocurriera en el país o en mi comunidad autónoma. Las cosas solo podrían ir peor si entráramos en un conflicto bélico. Nuestros hijos se desviven para conseguir un trabajo, no ya estable, o relacionado con sus estudios -universitarios o profesionales-. No, un trabajo. En mi caso, les digo que se afilien a un partido político, sea cual sea, porque de algo hay que vivir y de la política se vive muy bien, pero también están decepcionados. Además, he conseguido inculcarles unos principios de honestidad, sinceridad, integridad, lealtad, dignidad, nobleza, honradez, en fin, que les haría muy difícil llegar a prosperar dentro de la política. Si consiguen el ansiado trabajo, luchan por sobrevivir con un salario exiguo y unas condiciones laborales que rallan en la explotación. Para formar una familia tienen tantas dificultades, o más, como para conservarla unida y estable una vez constituida. Si vienen los hijos, una aventura cada vez más compleja y engorrosa de afrontar, los obstáculos que les ponen y los que ellos mismos aportan son, a veces, insalvables. Desequilibrios, depresión, ansiedad, incertidumbres, y -por qué no decirlo- suicidios; es la tónica de una sociedad enferma que han venido envenenando esos que se ocultan tras la mentira, el interés personal, la trepa impúdica hacia el poder y la manipulación obscena de la gente sencilla y vulnerable a la que utilizan sin escrúpulo alguno.

Nuestras élites políticas, mediáticas, intelectuales, académicas, económicas,… ya no me aportan nada. Ciertamente, hay excepciones. Y las encuentro cada vez con más frecuencia; pero son escasas, y hasta hace poco necesitaba lupa. Todos ellos, desde su parcela de influencia y poder han ido abundando en la destrucción de nuestra identidad como pueblo. Cada vez nos resulta más difícil reconocer como compatriotas, no ya a nuestros hermanos de Hispanoamérica, con quienes nos unen afectos y lazos de sangre. No. Han conseguido que a nuestros paisanos los pongamos unas veces bajo sospecha, otras que sean repudiados como supuestos invasores extranjeros, pertenecientes a una raza inferior. Y en otras ocasiones, hay quienes justifican la violencia y el asesinato, que hasta hace bien poco hemos padecido, para liberarse de una supuesta opresión que les impide recuperar su auténtica identidad como supervivientes elegidos para renacer de las aguas surcadas por Noé. Una violencia y asesinato protegido, justificado y hasta auspiciado por determinadas élites clericales enfermas de una esquizofrenia contagiosa que viene vaciando sus iglesias y ha corrompido la moral de sus feligreses.

Estas élites nos han hecho asumir el llamado régimen autonómico como ineludible solución para poder convivir quienes tenemos -a decir de ellos- tan pocas cosas en común. Así nos lo han inculcado, provocándonos una ceguera que no nos permite apreciar las dificultades irresolubles que padecemos, por ejemplo, cuando nuestra anciana madre tiene que ser atendida sanitariamente en distintas comunidades autónomas dependiendo del domicilio filial en el que se encuentre. Somos incapaces de juzgar con criterio los inconvenientes que genera nuestro sistema educativo que es diferente según donde residas, pero tan mediocre e ineficaz en un lugar como en otro. El aprendizaje de nuestros hijos ya no depende de la calidad de la educación, ni de la del centro escolar. Ni siquiera de la de los profesores. Nuestros hijos adquieren conocimientos si nacen con unas capacidades que les permiten destacar, aprendiendo por ellos mismos; o si tienen unos padres pertenecientes a esas élites que nos necesitan para poder saquear el fruto de nuestro trabajo y costear una enseñanza privada para sus hijos, a ser posible fuera de España. ¡Pero es que no lo vemos!

Ya no me interesa lo que digan los políticos
Nuevas élites sin escrúpulos, ávidas de poder y riquezas, deseosas de adquirir la facultad de mover los hilos manipuladores de ciudadanos inconscientes e incapaces de calibrar los perjuicios a los que están sometidos

El régimen autonómico al que hemos sido empujados nos hace ser tratados de manera distinta a unos de otros. Nos ha desunido y enfrentado cada vez más, a veces con violencia inusitada. Durante siglos España ha podido ser el motor del mundo remando todos en la misma dirección; estuviéramos en el norte, en el sur o al otro lado del océano. Tener un origen vasco, catalán, castellano, gallego o andaluz no era más que la manera concreta de sentirse español. Pero en cada región surgen nuevas élites sin escrúpulos, ávidas de poder y riquezas, deseosas de adquirir la facultad de mover los hilos manipuladores de ciudadanos inconscientes e incapaces de calibrar los perjuicios a los que están sometidos. Unas élites autonómicas que, por temor o convencimiento, asumen las supuestas bondades de un sistema del que, finalmente, utilizan y se benefician. ¡Cuánta riqueza no generaremos los españoles para costear el sistema más caro de los posibles, a la vez que más ineficaz y contrario a nuestros intereses!

Lo siento, ya no me interesa lo que digan los políticos o esas perversas élites que viven a nuestra costa. Y es que su influjo -cada vez lo percibo con más claridad- no se queda en lo más prosaico, cotidiano u organizativo. A fin de cuentas, qué más da organizarse para la convivencia de una manera o de otra. Su influencia tiránica nos ha calado hasta la médula. Somos incapaces de identificar a nuestros enemigos externos. Nos han amputado las referencias históricas, pero también las culturales, morales o religiosas. Ya no podemos ser nosotros mismo, nos han transfigurado para vagar como sardinas en el océano de la globalización anglosajona 2030, de moral adaptada al interés. Los bautizos, cuando tienen lugar, se producen previa selección de aquellos que queremos que nazcan. Nos han inyectado un tipo de matrimonio insustancial, frágil y ausente de valor. Como ya no ejercitamos el examen de conciencia, somos incapaces de reconocer nuestra alma que se ennegrece más y más al paso de los años como si del retrato de Dorian Gray se tratara. La eutanasia gana terreno frente a la unción de enfermos. En fin, nos han convertido en protestantes que no protestan. La transmutación a la que nos han sometido ya no nos permite cantar villancicos o poner belenes, pero nos compensa con un papa Noel capitalista y despilfarrador. Los niños ya no piden aguinaldos a cambio de villancicos, pero disfrutan vestidos de esperpénticos disfraces de terror la noche de Halloween ofreciendo el truco o trato. La Pasión que recordamos en Semana Santa nos resulta ajena, folclórica y carente de sentido; quienes pueden se liberan de esa opresión inquisitorial disfrutando de la playa mientras veneran al dios sol.

Ya no somos quienes estamos llamados a ser. Y lo sufrimos sin ser conscientes del poder que aún alberga nuestra alma. Ante la adversidad, es nuestra actitud la que puede liberarnos del abusador, del impío, del embaucador, del timador; o de todos ellos en uno. Esto lo tenía muy claro Viktor Frankl: la actitud. Pero…, lo siento, ya no me dice nada la batalla cultural que nos propone Cayetana Álvarez de Toledo. A mí, ya no me dice nada la postura libertaria y liberticida de una Inés Arrimadas 2030. Ni siquiera la buena gestión de Isabel Díaz Ayuso, adornada con lapidarios discursos al estilo populista, pero emanada de un partido que, pudiendo haber frenado una inercia destructiva y decadente no solo no lo ha hecho sino que ha contribuido a ella. La actitud por la que decididamente opto es por la de Macarena, no hay más que verla …y escucharla. La decepción será enorme si se rinde a la tentación de ese ángel exterminador que sobrevuela en las alturas del poder y la gloria. Macarena es sinónimo de esperanza, lucidez, capacidad, competencia y valor. Esto es lo que nos situará en la mejor base de partida para dar esa reclamada batalla cultural. Con el tiempo podremos recuperar la conciencia personal y colectiva para llegar a adaptarnos a una libertad sostenida sobre los límites de la moral. Con una gestión coherente con el discurso que conocemos; prudente, pero con decisión y valor; comedida y restrictiva en el gasto, para dejar de ser esquilmados en nuestro salario; y consecuente y lúcida, en fin, con la historia y la identidad de un pueblo que se lo debe todo a sí mismo y muy poco a las desastrosas élites que lo han enfangado, enfrentado y degradado; con una gestión así podremos empezar a ser lo que estamos llamados a ser y que, en otra época, nos impulsó a civilizar el mundo.

Ya no me interesa lo que digan los políticos
Lo que necesitamos es una gestión consecuente y lúcida con la historia y la identidad de un pueblo que se lo debe todo a sí mismo y muy poco a las desastrosas élites que lo han enfangado, enfrentado y degradado

En otros partidos políticos también hay buena gente, y gente buena. A algunos de ellos los he conocido personalmente. Pero también hay gente víctima del tortuoso recorrido impuesto a nuestro pueblo, incapaz de apreciar con lucidez el pequeño rescoldo que aún mantiene cierta vitalidad. Y todos ellos inmersos en la maquinaria de esta ruin partitocracia, diluida y engranada en la tramoya mediática, que no permite que la locomotora de la degeneración hispana se salga del carril en el que nos han colocado quienes se han beneficiado de nuestra decadencia. Me parece estar oyendo a Salvador Sostres, ese periodista / tertuliano redicho y visceral que ilustra una vez a la semana a la audiencia de Carlos Herrera, equiparar de manera insistente a VOX con Podemos. A estos personajes terminará por silenciarlos la evidencia. Mientras tanto deberemos endulzarnos y alimentar la esperanza con los discursos, la presencia y la actividad de Macarena Olona.

Última intervención de Macarena Olona en el Congreso de los Diputados antes de renunciar a su acta para marcharse como candidata a la presidencia de Andalucía

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  1 COMENTARIOS
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Emilio Piñero

31/05/2022 a las 13:12

Estoy de acuerdo y me da por creer que el artículo se queda algo corto. Habrá que regresar de nuevo a las catacumbas? ...De facto ya contamos con una colección de Nerones que se dedican al escarmiento y lo peor es que hay cola para seguir en una espiral de decadencia que históricamente a culminado en invasión y siglos de penurias y sangre... Hay pues una única salida con el color verde de la esperanza enarbolada... Necesitarán de toda colaboración, y de una humildad sabia digna de master inexistente para no caer en las redes de una enfermedad llamada poder que a tantos a desvirtuado. Dios, Patria, Justicia y Paz con agallas en torno a un rey, en el que reconozco no he creído nunca demasiado pero, al que ahora siento como único baluarte. Ojalá no tenga una vez más que cambiar de opinión.