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Vivimos una época en la que los medios de comunicación han pasado a convertirse en el púlpito de la modernidad. Paulatinamente, desde la aparición de la imprenta, con una eclosión espectacular a lo largo del siglo XX, las personas se han visto sometidas a la más variopinta información y sobre los temas más diversos. La cultura, el conocimiento, la ciencia, han utilizado el soporte mediático, como no podía ser de otra manera. Y esto nos ha ayudado a progresar, a evolucionar, a perfeccionarnos en cierto sentido. Estar informado se ha convertido en un derecho indiscutible. Pero,… (siempre hay un pero) ¿hemos recapacitado serenamente sobre la incidencia que, en cada uno de nosotros, tiene la información que recibimos? ¿Hemos caído en la cuenta de las transformaciones que provoca en nosotros esa información que nos llega? ¿Incluso aquella, cuyo canal de difusión, hemos elegido libremente?

Durante esta crisis de la pandemia están quedado en evidencia muchas cuestiones dignas de analizar. Los de mi generación estudiábamos que los elementos que intervienen en la comunicación eran tres: emisor, receptor y mensaje. El emisor es quien maneja la información que se pretende transmitir, y es, por tanto, quien, en principio, controla y gradúa la influencia sobre el receptor del mensaje. Pero hoy sabemos, lo hemos experimentado, que hay algunos otros elementos que intervienen en la transmisión de información. Y que ya, no son solo los poderosos quienes nos suministran la información según les convenga. En la actualidad los medios de comunicación clásicos, prensa escrita y televisión (puede que la radio siga manteniendo un estatus aceptable), han sido superados por otros mucho más inmediatos y próximos. Las redes sociales están siendo el canal por excelencia a través del cual circula la información que una gran mayoría de personas consume a diario. Podría decirse, incluso, que minuto a minuto. Los poderosos ya no tienen sobre la transmisión de la información todo el control que desearían tener. Pero lo van a intentar.

La música utilizada tiene licencia Creative Commons

Muchísimas gracias por escuchar mi podcast “alto y claro”.

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